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domingo, 7 de abril de 2013

Jesús visita una “mega iglesia” evangélica.



Jesús visita una “mega iglesia” evangélica


Un domingo por la tarde, Jesús de Natzaret salió a caminar por la ciudad de Buenos Aires. Los grandes e imponentes edificios llamaban mucho su atención, todos eran diferentes y con diseños llamativos. El notó que una de esas colosales construcciones sobresalía de entre las demás por una gran cruz que tenia erguida en su parte superior. Inmediatamente recordó aquella cruz de ejecución romana que le había causado tanto dolor, sufrimiento y por último la muerte. La curiosidad lo invadió así que se dirigió hacia aquel lugar a toda prisa. Al llegar pudo apreciar su majestuosidad en más detalle, y cálculo que seguramente podría albergar unas ¡10.000 almas! La construcción era realmente muy grande y lujosa. Había mucha gente que entraba, eran de clases muy diversas pero todos llevaban en general el mismo tipo de atuendo. No tardo en darse cuenta de que entre esa diversidad de personas y clases no vio a ningún gay o lesbiana, ninguna prostituta o transexual, ningún drogadicto ni borracho. Todos iban apresurados para cruzar la gran puerta de entrada así que nadie parecía verlo, en varias ocasiones, tuvo que correrse para evitar ser atropellado por aquellos sujetos. Jesús tomo aliento y cruzo el umbral. Una vez adentro vio un gran Stand comercial que tenía toda clase de mercancías, había: CDs musicales, libros, revistas, tazas, remeras, calcos y hasta ¡JOYAS!. Todas estas mercancías tenían algo en común que llamo mucho su atención, hacían referencia a un tal “JESUS”. Automáticamente se dijo: ¡Se llama igual que yo!, ¿quién será? Tal vez lo conozca…
Era obvio que este “JESUS” era alguna clase de “estrella POP” o algo por el estilo y que de seguro tendría mucho dinero. Siguió caminando e ingreso al salón principal en el que pudo ver muchas butacas de estilo “cinema”, todas con su hermoso y fino tapizado, los pisos estaban alfombrados, había sistemas de sonido de ultima generación y también 2 pantallas gigantes a los costados de lo que parecía ser una especie de escenario de teatro con sus luces y demás. En la entrada al salón había un hombre parado que llevaba puesto una especie de distintivo que decía “ujier” así que Jesús decidió preguntarle que era aquel lugar. Para su sorpresa el caballero le respondió que el mismo era un ¡TEMPLO! No pudo evitar recordar el templo de Jerusalén y las distintas sinagogas en las que él había estado 2 milenios atrás, en la vieja palestina, pero se dio cuenta de que eran muy diferentes. “Parece que a este “JESUS” le gustaba mucho el dinero, la fama y todas esas demás cosas con las cuales no estoy de acuerdo” se dijo, también pensó en cuantas cosas buenas podrían hacerse con el dinero que este “JESUS” había derrochado en cosas materiales… En fin, agradeció a aquel hombre por la información y se adentro para conseguir una butaca. Al sentarse noto de inmediato lo cómoda que era esta y no pudo evitar recordar cuantas veces él no había tenido siquiera donde recostar su cabeza. Se acomodó y al instante comenzó a sonar música al mejor estilo U2, la gente se puso de pie y comenzó a cantar, palmear, gritar y hasta a moverse, algunos levantaban las manos mientras mantenían sus ojos cerrados. Jesús los observaba con detenimiento. A él no le gustaba mucho la música, era más bien del tipo que disfruta leer y ese tipo de cosas así que pronto comenzó a aburrirse de las canciones las cuales eran variadas rítmicamente pero su temática era muy repetitiva, en todas le cantaban a ese tal “JESUS”. No lo conocía pero le pareció que “JESUS” tal vez tendría problemas de autoestima y necesitaba que toda aquella gente le recuerde repetidamente cuan “cool” y maravilloso es y le rindan pleitesía, Simplemente sintió pena por él.
Luego de un largo rato la música se detuvo y subió al escenario un hombre con un gran libro en su mano el cual fue anunciado como “el pastor” del templo. Para su sorpresa el “pastor” comenzó a leer aquel libro y Jesús se dio cuenta de que conocía su contenido, ¡estaba leyendo Devarim! aunque lo llamó Deuteronomio y el contenido del mismo variaba un poco del que él conocía pero solo se limito a pensar que las pequeñas diferencias entre los textos tal vez no eran tan importantes. Aquel hombre comenzó a explicar con detenimiento lo que había leído pero esta vez difería bastante del significado del texto citado lo cual le hizo pensar que obviamente era porque aquel “pastor” no conocía las costumbres, cultura y hebraísmos que estaban detrás del texto. Con el paso de los minutos se aburrió del monologo que daban desde el escenario y decidió irse, se levanto y comenzó a caminar por el largo pasillo percatándose de que nadie se daba cuenta siquiera de que él se estaba yendo ni mucho menos de que había entrado. Al llegar a la calle se sentó en la vereda con tristeza y recordó lo diferente que era todo hace 2 milenios atrás, recordó como había trabajado para traer el reino de su padre a la tierra, las veces que tuvo hambre, frio, sed, las enseñanzas que había dado y dijo: No sé quién es éste “JESUS” que tanto adoran en este lugar pero no se parece a mí en NADA, solo en el nombre. No lo conozco pero me da tristeza, que diferente sería este lugar si me conocieran a mí, pero entré, salí y nadie siquiera lo noto.

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